martes, 2 de septiembre de 2008

CONFESIÓN DE UNA MATRIZ AUSENTE

Fragmento

La inminente llegada de ese medio día se vio trastocada por la presencia de la emoción y el éxtasis. Las palomas que diariamente me acompañaban en la recepción del centro hospitalario no se presentaron así como tampoco lo hicieron los gemelos hiperactivos con afición al Ritanil. La emoción hizo presencia cuando sentí danzar mi alma en medio de un cielo nuevo, pintado con crayones y el éxtasis me dijo hola cuando sequé con fuerza y prisa mis manos húmedas en mi pantalón. El emoxtasis que me bañó de pies a cabeza se sintió más pronunciado cuando él llegó y se acercó a mi escritorio.

Cada momento merece una banda sonora que se adecua a las necesidades y requerimientos de quienes pretenden actuar en la pantalla de la vida. En ese instante haciendo presencia de lo mágico e inexplicable, una ronda infantil inundó cada porción de la sala de espera y retumbaba con ganas en los muros, en el piso brillante y en las sillas y sobre él. Mientras en mi cabeza una nana sobre una iguana que tomaba café sonaba alegremente, la conexión empezó y apretando el control remoto de iniciar miradas, comenzamos a auscultarnos y sabernos cómplices de las miradas que nacen bajo una música feliz. Lo miré y él correspondió a mi mirada, mantuvimos la conexión por poco más de un minuto. Tenía la piel pálida y los labios delgados, contrastantemente rojos.

Cuando la música se disipó, las miradas cayeron y el parpadeo le dio inicio al silencio que hizo que el emoxtasis se disipara. Pero me había equivocado, y por enésima vez mi sentido común me engañaba, porque las manos volvieron a sudar, el alma danzó frenéticamente y de repente cuando pensé que el jubilo no podía alcanzar niveles más altos, sentí esa sensación que desde hace tanto tiempo no sentía. Justo cuando el reloj marcaba las 11.47 de la mañana, mi matriz ausente a través de una punzada larga e intensa, dijo presente, porque frente a mi estaba el fruto de mi matriz ausente; mi hijo negado por el destino, el retoño de mi corazón. El hijo de mis sueños...